Desde que Abbas hiciera su dramático anuncio televisado en el que reveló que no tiene intención de participar en las elecciones, los analistas tratan de esclarecer la situación y verificar las alternativas políticas, coincidiendo todos ellos en que las opciones son muy limitadas.
La decisión del presidente palestino Mahmoud Abbas de no concurrir a las elecciones de enero pone en aprietos al liderazgo del histórico movimiento nacionalista Fatah, que no dispone de casi ningún otro candidato de consenso.
Desde que Abbas hiciera su dramático anuncio televisado en el que reveló que no tiene intención de participar en las elecciones, los analistas tratan de esclarecer la situación y verificar las alternativas políticas, coincidiendo todos ellos en que las opciones son muy limitadas.
En las últimas horas se han elevado varios nombres como posibles candidatos a la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), entre ellos el de un familiar de Yaser Arafat, el ex embajador ante la ONU Naser Al-Qidwa; el de el ex hombre fuerte de Gaza y ex jefe de la seguridad Mohamed Dahlán; e incluso el del carismático líder Marwán Barghouti, preso en Israel.
"El más carismático y aceptado por el liderazgo de Fatah después del congreso de Belén hace unos meses es Dahlán", afirmó el comentarista Ali Waked, del diario Yediot Aharonot, experto en asuntos palestinos.
De 48 años, Dahlán disfruta del beneplácito de la vieja guardia de Fatah, esa que llegó con Arafat de Túnez en 1994 al crearse la ANP, y también de la nueva, según demostró el congreso de Belén.
"Es percibido como el líder más carismático y más apropiado", explicó Waked, quien no obstante destaca sus problemas entre gran parte del público palestino, sobre todo el de creencias islámicas.
Comandante de la Seguridad Preventiva en Gaza en los primeros años de vida de la ANP, Dahlán se ganó el desprecio de los islámicos gracias a sus violentas campañas para reprimir cualquier brote de rebeldía contra Arafat, lo que incluyó torturas de numerosos palestinos que hoy militan e incluso están al frente del Movimiento de Resistencia Islámica HAMAS.
Entre sus muchas reprobaciones están las de haber ordenado a mediados de los 90 cortarles la barba a los islámicos, en una clara muestra de humillación a las tradiciones religiosas.
Sumado a las acusaciones de haber colaborado con Israel en distintos momentos del proceso de Oslo y a los rumores callejeros nunca probados de haber participado en una supuesta conspiración para causar la muerte de Arafat, le hacen perder credibilidad ante parte del electorado del que depende para gobernar.
En la última década Dahlán se apartó de la cúpula gobernativa, pero siguió cosechando su figura desde las filas de Fatah y en el último congreso de agosto emergió sorprendentemente como una de las fuerzas dominantes.
Otro de los candidatos no menos carismáticos es quien fuera secretario general de Fatah en Cisjordania, Barghouti, que cuenta con gran apoyo en las calles y es identificado con la aureola combativa de Arafat, a la vez que considerado un líder pragmático capaz de traer la paz con Israel.
Barghouti, dos años mayor que Dahlán, es un líder nacido y crecido en la primera Intifada (1987-1993) y que por ello conoce los soportes del movimiento en las capas inferiores de la población, donde es apreciado por haber sufrido con ellos las consecuencias directas de la ocupación, a diferencia de los que llegaron del exilio tunecino.
El problema en su caso radica en que desde 2002 está en una prisión israelí por haber sido condenado por la muerte de cinco personas en los atentados suicidas de la segunda Intifada.
La pregunta en su caso es si el liderazgo palestino decide convertirlo en un nuevo Mandela y presentarlo a las elecciones desde la prisión, lo que dejaría a Israel en aprietos pero también a la ANP, que no tendría realmente un líder que gobierne y se preocupe de la población, sino un icono político.
También polémico puede ser el nombramiento del ex embajador Al-Qidwa que nunca se ha dedicado realmente a los asuntos internos y el mero hecho de estar relacionado con Arafat puede despertar ciertos resquemores a nivel interno y externo.
Abu Maher Ghneim, un histórico de Fatah que vive en Túnez y oficialmente es el segundo del movimiento nacional palestino, podría ser otro de los candidatos, a pesar de su avanzada edad, alrededor de 70.
La última vez que visitó Cisjordania fue en agosto para el congreso de Fatah en Belén, y lo hizo después de 40 años de exilio.
Oficialmente es el segundo en la línea de sucesión en las instancias partidistas y nacionalistas -no en la ANP-, pero se cree improbable que se hiciera cargo de una situación tan compleja como la de Cisjordania y que le es desconocida.
Mientras la baraja se abre a nuevas posibilidades, otros analistas consideran que en definitiva Abbas se verá presionado a seguir al frente de su partido y de la ANP, porque la realidad es que candidatos de consenso que puedan ganar casi no existen. Jerusalén, Israel
Desde que Abbas hiciera su dramático anuncio televisado en el que reveló que no tiene intención de participar en las elecciones, los analistas tratan de esclarecer la situación y verificar las alternativas políticas, coincidiendo todos ellos en que las opciones son muy limitadas.
En las últimas horas se han elevado varios nombres como posibles candidatos a la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), entre ellos el de un familiar de Yaser Arafat, el ex embajador ante la ONU Naser Al-Qidwa; el de el ex hombre fuerte de Gaza y ex jefe de la seguridad Mohamed Dahlán; e incluso el del carismático líder Marwán Barghouti, preso en Israel.
"El más carismático y aceptado por el liderazgo de Fatah después del congreso de Belén hace unos meses es Dahlán", afirmó el comentarista Ali Waked, del diario Yediot Aharonot, experto en asuntos palestinos.
De 48 años, Dahlán disfruta del beneplácito de la vieja guardia de Fatah, esa que llegó con Arafat de Túnez en 1994 al crearse la ANP, y también de la nueva, según demostró el congreso de Belén.
"Es percibido como el líder más carismático y más apropiado", explicó Waked, quien no obstante destaca sus problemas entre gran parte del público palestino, sobre todo el de creencias islámicas.
Comandante de la Seguridad Preventiva en Gaza en los primeros años de vida de la ANP, Dahlán se ganó el desprecio de los islámicos gracias a sus violentas campañas para reprimir cualquier brote de rebeldía contra Arafat, lo que incluyó torturas de numerosos palestinos que hoy militan e incluso están al frente del Movimiento de Resistencia Islámica HAMAS.
Entre sus muchas reprobaciones están las de haber ordenado a mediados de los 90 cortarles la barba a los islámicos, en una clara muestra de humillación a las tradiciones religiosas.
Sumado a las acusaciones de haber colaborado con Israel en distintos momentos del proceso de Oslo y a los rumores callejeros nunca probados de haber participado en una supuesta conspiración para causar la muerte de Arafat, le hacen perder credibilidad ante parte del electorado del que depende para gobernar.
En la última década Dahlán se apartó de la cúpula gobernativa, pero siguió cosechando su figura desde las filas de Fatah y en el último congreso de agosto emergió sorprendentemente como una de las fuerzas dominantes.
Otro de los candidatos no menos carismáticos es quien fuera secretario general de Fatah en Cisjordania, Barghouti, que cuenta con gran apoyo en las calles y es identificado con la aureola combativa de Arafat, a la vez que considerado un líder pragmático capaz de traer la paz con Israel.
Barghouti, dos años mayor que Dahlán, es un líder nacido y crecido en la primera Intifada (1987-1993) y que por ello conoce los soportes del movimiento en las capas inferiores de la población, donde es apreciado por haber sufrido con ellos las consecuencias directas de la ocupación, a diferencia de los que llegaron del exilio tunecino.
El problema en su caso radica en que desde 2002 está en una prisión israelí por haber sido condenado por la muerte de cinco personas en los atentados suicidas de la segunda Intifada.
La pregunta en su caso es si el liderazgo palestino decide convertirlo en un nuevo Mandela y presentarlo a las elecciones desde la prisión, lo que dejaría a Israel en aprietos pero también a la ANP, que no tendría realmente un líder que gobierne y se preocupe de la población, sino un icono político.
También polémico puede ser el nombramiento del ex embajador Al-Qidwa que nunca se ha dedicado realmente a los asuntos internos y el mero hecho de estar relacionado con Arafat puede despertar ciertos resquemores a nivel interno y externo.
Abu Maher Ghneim, un histórico de Fatah que vive en Túnez y oficialmente es el segundo del movimiento nacional palestino, podría ser otro de los candidatos, a pesar de su avanzada edad, alrededor de 70.
La última vez que visitó Cisjordania fue en agosto para el congreso de Fatah en Belén, y lo hizo después de 40 años de exilio.
Oficialmente es el segundo en la línea de sucesión en las instancias partidistas y nacionalistas -no en la ANP-, pero se cree improbable que se hiciera cargo de una situación tan compleja como la de Cisjordania y que le es desconocida.
Mientras la baraja se abre a nuevas posibilidades, otros analistas consideran que en definitiva Abbas se verá presionado a seguir al frente de su partido y de la ANP, porque la realidad es que candidatos de consenso que puedan ganar casi no existen. Jerusalén, Israel
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