jueves, 21 de mayo de 2009

Los talibanes se preparan para resistir en Pakistán


A pesar de su larga barba negra, se diferencia poco del resto de los refugiados, que vuelven a casa temporalmente para cosechar los campos de trigo o para comprobar los daños ocasionados por los enfrentamientos entre las tropas gubernamentales y los talibanes.


Viste un shalwar kameez, el tradicional conjunto de camisola amplia y pantalón, de color gris y espera sentado en una pequeña roca a pocos metros del remoto puesto de control de Ambela, en Pakistán. Ghayan Khan, nombre supuesto, no tiene aspecto de ser un combatiente talibán.
A pesar de su larga barba negra, se diferencia poco del resto de los refugiados, que vuelven a casa temporalmente para cosechar los campos de trigo o para comprobar los daños ocasionados por los enfrentamientos entre las tropas gubernamentales y los talibanes.
Khan no se dirige a la localidad de Ambela, como los demás, sino que espera al autobús procedente de ese pueblo en dirección a Mardan.
Estaba dispuesto a morir luchando contra las tropas paquistaníes en el distrito de Buner, pero su comandante le pidió que huyera al distrito vecino y esperara pacientemente dos o tres meses hasta ser llamado a participar en una nueva ofensiva insurgente.
Siguiendo las órdenes, Khan y otros 29 combatientes se dividieron en cinco grupos para ocultar en diferentes lugares de las montañas sus rifles AK-47, sus ametralladoras ligeras, sus granadas propulsadas por cohetes, algunas chaquetas preparadas para cometer atentados suicidas y aparatos sin cables.
Después los grupos se deshicieron y cada hombre tomó su camino en solitario para llegar hasta los distritos de Mardan y Swabi.
Khan caminó y se arrastró por las montañas para evitar los disparos de francotiradores y helicópteros del Ejército. Después de una semana descendió para confundirse con los centenares de refugiados que esperaban la flexibilización del toque de queda para acceder a Buner.
"Nuestra gente está resistiendo duramente, pero, ya sabe, el Ejército tiene tanques, helicópteros y aviones; por eso los muyahidines se han dividido en dos grupos: unos continuarán luchando y otros se ocultarán en las montañas o abandonarán la zona por un tiempo", explica Khan en el paso de Ambela, que conecta Buner con el resto de Pakistán.
"Cuando la batalla termine y los militares tomen el control en Buner, esperaremos unas semanes antes de regresar y comenzar una nueva batalla en las montañas", anuncia Khan, de 20 años.
Este joven de Buner se unió a los talibanes meses antes de que los militares trataran de aislar el distrito del adyacente valle de Swat, donde los talibanes aprovecharon su control y un acuerdo de paz con el gobierno para inflitrarse en áreas colindantes.
Khan regresó a su tierra hace un mes con el fin de reclutar a nuevos combatientes. Y éstos se unieron a los 400 talibanes de Swat para irrumpir en Buner en abril.
La toma de Buner alarmó al gobierno paquistaní y a la comunidad internacional, a la vista de que este avance colocaba a los talibanes muy cerca de Islamabad, la capital de un país con capacidad nuclear.
Centenares de efectivos de las fuerzas militares y paramilitares de Paquistán fueron desplegados en Buner el 28 de abril y diez días después en el valle de Swat. Una ofensiva que se considera también una prueba de la capacidad y la determinación de las fuerzas armadas paquistaníes a la hora de luchar contra los guerrilleros.
Los resultados de los enfrentamientos son poco prometedores hasta el momento. El portavoz del Ejército, el general Athar Abbas, aseguraba en los primeros días de la ofensiva que la zona estaría limpia de talibanes en el plazo de una semana. Pero la resistencia de los pocos cientos de combatientes ha echado por tierra esas previsiones. Tres semanas después, los talibanes todavía controlan zonas de Buner.
Los militares aseguran haber acabado con la vida de 1.100 rebeldes y haber perdido a 50 soldados en Buner, Swat y otros distritos vecinos. Pero los datos no pueden ser contrastados.
La ofensiva, que ha obligado a que cientos de miles de civiles abandonaran sus casas, no ha terminado aún en victoria.
De acuerdo a las informaciones de la Agencia de la ONU para los Refugiados, el ACNUR, el número de desplazados asciende a un millón y medio en la región de Malakand, donde se encuentran Buner, Swat y otros seis distritos.
Una cifra que obliga a los militares a actuar deprisa si quieren que retorne cierta normalidad a la región.
"Queremos que esta operación termine", asegura un agricultor de 39 años que regresa junto a su esposa a Ambela para recoger la cosecha. Han tenido que dejar a sus nueve hijos al cuidado de la abuela en un campo de refugiados de Mardan. "Lo único que hacen las fuerzas de seguridad es matarnos", asegura.
Pero incluso si los militares logran recuperar el control del distrito, los talibanes no se rendirán.
"Recuérdelo, la lucha en Buner no ha terminado, volveremos pronto. Esta tierra es de Dios y las leyes de Dios serán aplicadas aquí", asegura Khan antes de tomar un mini-bus en dirección a Mardan. Buner, Pakistán. DPA (Milenio)

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