martes, 7 de julio de 2009

Deja su cargo Javier Solana, el primer embajador de la UE

A mediados de este mes cumplirá 67 años y después de haber viajado por medio globo para transmitir la "voz de la UE" afirma ahora haber llegado al límite.

Javier Solana Madariaga, la cara exterior de la Unión Europea (UE), echará de menos Bruselas cuando deje su cargo en octubre próximo tras más de una década de fructífero servicio comunitario, enmarcada en una dilatada carrera internacional.
Nacido en Madrid en 1942, al ex adalid "anti OTAN" en los años ochenta en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), secretario general de la organización militar en 1995 y ministro con el ex presidente socialista español Felipe González, se le han agotado las pilas.
Si el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger le hubiese conocido como "Míster PESC" (Alto representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE) tal vez nunca habría pronunciado aquella hiriente frase de "¿Europa?, díganme a qué número de teléfono tengo que llamar".
A mediados de este mes cumplirá 67 años y después de haber viajado por medio globo para transmitir la "voz de la UE" afirma ahora haber llegado al límite: "No tiene sentido seguir, diez años son más que suficientes", aseguró recientemente el premio Carlomagno 2007.
Pero como Bruselas, al igual que Washington o Ginebra, forma parte del triángulo de las Bermudas de la conspiración política, antes de que anunciase la semana pasada que no repetirá en el cargo, a Solana ya le han salido varios sucesores potenciales.
No obstante, la elección de la nueva "cara exterior" de la UE para los cinco próximos años no será un proceso sencillo. Dependerá sobre todo de cuál sea la evolución de los acontecimientos tras el segundo referéndum en Irlanda en octubre próximo, en el que -según las últimas encuestas- la población dará un "sí" al texto.
El Tratado de Lisboa que facilitará el funcionamiento de un bloque de 27 (o más) socios mucho más engrasado que con el actual (Niza, de 2001) dará más poder a las instituciones, incluida la figura del futuro "míster PESC" reforzado.
Pero para que se dé el escenario que todos esperan en Bruselas tienen que conjugarse varios factores cuyo orden sí alterará el producto final del proceso.
Alemania tiene que enmendar su legislación para facilitar la incorporación del corpus jurídico de la UE y los presidentes "euroescépticos" de Polonia y de la República Checa deben firmar la ratificación del Tratado.
Así, la palabra "Lis-bo-a" adquiere un tono mágico de "abracadabra" para el sucesor de Solana. Por ejemplo, el Tratado de Lisboa prevé la creación de un "servicio diplomático" europeo dirigido por el nuevo "Alto Representante" de la UE.
El nuevo representante (de momento no hay candidatos mujeres) se convertirá además en presidente permanente del Consejo de ministros de Exteriores de la UE, además de vicepresidente de la Comisión Europea, el ejecutivo comunitario.
El único inconveniente (sobre todo semántico) es que el sucesor de Solana no podrá ponerse el traje de "ministro de exteriores de la UE", por las reservas que Londres ha puesto a esa sensible nomenclatura.
El lento deshojar de la margarita de Lisboa no es clave sólo para determinar el formato y las atribuciones del nuevo "Alto representante".
La aprobación del Tratado será clave porque creará la figura del presidente permanente del Consejo Europeo, que se sentará a la cabeza de todas las cumbres de la UE durante dos años y medio y ejercerá como "máximo representante político" del bloque comunitario.
Ello implica que quien siga la estela de Solana deberá colocarse como el fonambulista en la cuerda del Consejo, procurando no torcer el rumbo político ni a izquierda ni a derecha.
Como si de un sistema hidráulico de contrapesos se tratara, la situación es simple: si el conservador portugués José Manuel Durao Barroso repite en septiembre próximo otros cinco años en el cargo como presidente de la Comisión Europea, la derecha mantendrá un puesto clave en Bruselas.
Si el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, del partido conservador social cristiano, se convierte en el nuevo presidente del Consejo, entonces el sucesor de Solana deberá ser por fuerza de los hechos, alguien de la izquierda europea.
El panorama sería algo diferente si la fortuna favorece al ex primer ministro laborista británico Tony Blair para presidir el Consejo.
Teniendo en cuenta la enorme cantidad de factores imponderables y de los innumerables obstáculos en el camino ninguno de los políticos nombrados hasta la fecha de manera extraoficial para suceder a Solana se ha atrevido a saltar públicamente a la palestra.
Entre los candidatos potenciales, aparte de Blair o Juncker, se menciona al ex presidente del Gobierno socialista español, Felipe González, y al comisario de Ampliación, el finlandés Olli Rehn, quien ha hecho gala de grandes dotes diplomáticas en circunstancias complejas.
Otro de los "presidenciables" es el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jaap de Hoop Scheffer. Si al final el holandés fuera tocado por la gracia, sería el segundo ex secretario general de la Alianza en acceder a un alto cargo europeo.
DPA/Bruselas, Bélgica (Milenio)

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