La masacre ha cambiado a China. Con cinismo, muchos chinos le han dado la espalda a la política. Una sensación de impotencia impera en el país asiático. En 1989 las orugas de los tanques no sólo aplastaron el anhelo de democracía, libertad y participación en el proceso de toma de decisiones, sino que también se perdió en gran parte el idealismo.
Las heridas que abrió la masacre de Tiananmen no han cicatrizado aún ni mucho menos. Veinte años después de la sangrienta represión del movimiento por la democracia, en la noche del 3 al 4 de junio de 1989, aún se pueden palpar sus efectos.
La masacre ha cambiado a China. Con cinismo, muchos chinos le han dado la espalda a la política. Una sensación de impotencia impera en el país asiático. En 1989 las orugas de los tanques no sólo aplastaron el anhelo de democracía, libertad y participación en el proceso de toma de decisiones, sino que también se perdió en gran parte el idealismo.
Mientras que la revolución democrática en China acabó en un baño de sangre, las revueltas que después surgieron en la República Democrática Alemana (RDA) y en otros países comunistas lograron sus objetivos, entre otros motivos porque no debía repetirse esa "solución china".
Hasta el día de hoy, el gobierno de Pekín se niega a revelar la cifra real de víctimas de la masacre de la plaza de Tiananmen. Probablemente, hubo varios cientos de muertos.
"El 4 de junio tuvo lugar un crímen inhumano, un acto atroz contra la humanidad", asegura la profesora retirada Ding Zilin. Su hijo Jiang Jielan, de 17 años, fue una de las primeras víctimas que murieron tiroteadas cuando los tanques avanzaban sobre una multitud de manifestantes pacíficos.
"Quiero que el gobierno me dé una respuesta clara a la pregunta de por qué murió mi hijo", dice Ding, de 73 años, quien forma parte de la dirección de la red "Madres de Tiananmen" y que está bajo vigilancia permanente de la seguridad del Estado.
"Yo les digo: ¿tienen pruebas para sostener la acusación de que se trataba de alborotadores? Si no tienen pruebas, entonces ¿por qué lo mataron? ¿Cuál es la responsabilidad que debieron asumir los asesinos?", dice Ding con lágrimas en los ojos. "¿Acaso son exageradas estas demandas?"
Sin embargo, el gobierno calla. Todas las alusiones al 4 de junio de 1989 son un tabú. "Una revisión del 4 de junio de 1989 supondría el inicio de un proceso de reformas políticas en China", estima Wang Dan, el líder estudiantil más buscado a raíz de la masacre. "Nadie sabe cuál sería el resultado y nadie quiere correr ningún riesgo", afirma Wang, de 40 años, quien pasó mucho tiempo en la cárcel después de la masacre y que hoy vive en el exilio.
"El gobierno y el Partido Comunista no están seguros de sí mismos. Ese es el verdadero problema", opina Wang Dan. "Simplemente, han hecho demasiadas cosas mal".
Todo comenzó con la muerte del ex líder reformista del Partido Comunista Chino Hu Yao Bang, el 15 de abril de 1989. La ceremonia fúnebre marcó el inicio de una serie de manifestaciones estudiantiles que encontraron un gran apoyo entre la población. Los manifestantes reclamaban asociaciones estudiantiles y sindicatos independientes, lucha contra la corrupción, libertad de prensa y democracia.
Cuando el Partido Comunista habló a finales de abril de una "conspiración" y amenazó con aplicar mano dura, se levantó una ola de indignación entre la población. Nuevas protestas estallaron, con manifestaciones en unas 200 ciudades.
"En 1989 no hubo ningún momento en que intentáramos derrocar al Partido Comunista", asegura Wuer Kaixi, que figuraba en el segundo puesto en la lista de los dirigentes estudiantiles más buscados. "Más bien lo que queríamos era un partido limpio, no corrupto".
Mientras que el líder reformista del Partido Comunista, Zhao Ziyang, apostaba por el diálogo con los estudiantes, cuyas demandas le parecían justificadas, los líderes de línea dura, encabezados por el primer ministro Li Peng, amenazaban con aplicar fuertes represalias.
"La lógica de un movimiento de masas consiste en ejercer presión sobre el adversario esperando que éste tome una decisión cuando puede elegir. Tu adversario es mucho más fuerte y uno prácticamente está condenado al fracaso. No obstante, uno espera que la enorme presión le haga cambiar de opinión y tomar la decisión correcta", dice Wuer Kaixi.
Sin embargo, Deng Xiaoping ordenó a las tropas disparar. El veterano político, entonces el líder más poderoso de China, conocía muy bien el añejo axioma comunista que dice que "el poder emana de los cañones del fusil".
Feng Youxiang y su esposa Liu Jinhua, de 34 vaños, que estaban caminando por la ciudad, fueron unas de las muchas víctimas inocentes de la aplastante intervención militar. Cuando oyeron disparos, buscaron refugio detrás del ala oeste del hotel Yanjing.
"Pensamos que como no habíamos participado en el movimiento estudiantil, no nos iban a disparar. Sin embargo, vimos horrorizados que las tropas se detuvieron en el hotel", relata Feng Youxiang en una de las pocas declaraciones de un testigo de la masacre. "Una lluvia de balas cayó sobre nosotros y nos encontramos en medio de una gran mancha de sangre. Una bala entró por mi cadera y otra atravesó la cabeza de mi mujer". Pekín, China. DPA (Milenio)
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